Se los advertí, porque no hay nada más falaz que el llamado destino.
Aún no puedo creer que los enamorados crean en el destino. Para enamorar, está bien, es una bonita forma de decirle al otro "tenía que encontrarte" o "nuestros caminos debían cruzarse". De esta manera hacemos sentir especial a la otra persona, como si desde el principio de los tiempos hubiera estado hecha para mí y yo para ella.
Pero ¿y después? Analizando la idea, es lo menos romántico que existe. Eso del destino es tan decepcionante que nadie debió haberlo inventado jamás. Si esa persona estaba destinada para mí, ¿qué tiene de especial? ¡Ya era para mí!
¿Qué me enamoró de esa persona? ¿Un designio divino o sobrenatural? Eso no tendría que ver nada con su mirada, fija en mí, la que me dice que está pensando algo mientras me observa y piensa que no ha conocido a nadie como yo. No tiene que ver con que piensa que lo que yo le doy nadie más se lo podría dar porque sólo hay un yo en toda la Tierra. No tendría que ver con que sus dedos entre mi cabello desvanecen mis preocupaciones, ni con que su risa alivia mis malestares. Mucho menos con que sus palabras acaricien mi oídos cuando me dice que me extrañó mientras no supo nada de mí, que deseaba el abrazo o tan sólo escuchar mi manera de hablar. Ella dice que le gusta, aunque para nadie tenga nada de especial, quiere oír mis frases, le provocan algo.
Eso no es destino, es elección. La elección es libertad y es compromiso. El destino es resignación y es obligación. La elección es la mayor muestra de amor, porque todas las opciones se reducen a una, no importa las cualidades de las demás ofertas, me he decidido por una.
Pero la elección también es responsabilidad. Elegir bien es parte del buen uso de esa responsabilidad, pero elegir bien tiene que ver con la voluntad, no con las expectativas. Por eso amar es una decisión y no debe amarse en función de lo que se espera, porque siempre se termina en deuda. Decidir amar rebasa al objeto amado, por ello a pesar de sus fallas se sigue amando, por ello el amor no se termina. Una vez elegí y elegí a quién me entregó su corazón, quién miró y admiró mi esencia, a mi persona entre la multitud. Nada que perder.
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1 comentario:
Totalmente de acuerdo contigo, querido amigo, a mí, de hecho, no me gusta creer en el destino en ningún sentido, porque como dices es resignarte a que ya todo está escrito en tu historia, a que todo está ya dispuesto para ti, y así no es la cosa, afortunadamente no. Y sí, lo mejor de enamorarte es que tú eliges de quién te enamoras y por qué, así que, nada que perder.
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