junio 20, 2008

Cuando la coincidencia es sospechosa

Nos conocimos por casualidad en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la verdad no recuerdo con exactitud el momento. Lo que importa es que llegamos a ser buenos... amigos. No, no me malinterpretes, pensaba en la diferencia entre ser un conocido y un amigo. Uno por lo general recuerda el nombre de los amigos, bueno, por poner un parámetro, es decir, no creo que haya sido un amigo si es que olvidaste su nombre, ¿no?

Sin embargo, ella recordó mi nombre y lo mencionaba mientras yo le ponía varios a ese delicado rostro piel canela donde brillan esos ojos claros tan pequeños, quizá se ven así porque se encogen, siempre tiene una sonrisa que hace ver sus ojos así. Pero antes de decir mi nombre ella caminaba hacia donde yo me encontraba, esperando a alguien que no llegaba por la lluvia, lluvia que comenzaba a caer sobre ella mientras caminaba hacia mí y mientras caminaba hacia mí sonreía y aparentemente me veía. Me quedé helado cuando llegó hacia mí y dijo mi nombre, porque además de que las gotas que escurrían sobre su cara la hacían ver hermosa, ella me llamó por mi nombre y yo la escuchaba mientras trataba de recordar el suyo.

Tenía quizá unos siete años de no verla. Ella recordaba también qué carrera yo estudiaba y algunos detalles que yo mismo había olvidado sobre mí... qué decir sobre ella, pero no le importó y me pidió mi celular y yo le pedí el suyo. Me atreví a llamarle dos semanas después, justo después de que le robaron su teléfono... y no la volví a ver en casi un año. ¿Cómo sé que le robaron su móvil? Porque ella me lo dijo ayer. A última hora cambié de decisión y evité tomar un taxi porque preferí caminar. En vez de cruzar donde había decidido hacerlo, cambié de opinión y decidí doblar a la derecha y unos metros más adelante la volví a encontrar en la ciudad más grande del mundo, entre millones de personas me topé con ella, a una hora y en un lugar donde no debía de haber estado yo porque decidí no comer en la oficina. Fue como acudir a una cita y haber llegado puntualmente.

A ella no pareció importale mucho ya, pero yo no dejo de pensar en que la coincidencia es sospechosa, en la cantidad de variables que tuvieron que converger para darse ese encuentro. No estoy diciendo que me casaré con ella porque entonces es la mujer de mi vida, no. Pero no dejo de pensar en que es fascinante la coincidencia. Es la tercera vez que vuelvo a encontrarla y de una cosa estoy seguro, no habrá una cuarta. Pero si extraviara su celular y después de un tiempo la encontrara entre millones de personas en una hora y en un lugar donde no debía de haber estado y recordara mi nombre, entonces, sí me casaría con ella.

Por cierto, ayer, ya no recordó mi nombre...

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