mayo 28, 2008

Volviendo al sur

Conocí a una mujer chilena por casualidad hace unos meses. No sé su edad o su historia, apenas conozco su nombre.

No es una de esas amigas que conoces por Internet. Supongo que en esos casos dices palabras melosas y tratas de parecer interesante. La conocí por un golpe del destino, dirían algunos. Un amigo tenía poco de haber cancelado su cuenta de hotmail y fue justo cuando ella dio de alta la misma que él había dado de baja. Cuando yo agrego esa vieja dirección a quien contacto es a ella, no a él.

Tímida y desconfiada, me preguntó quién era yo y por qué la había dado de alta. Yo no podía creer la mala broma que mi amigo me estaba jugando, haciéndose pasar incluso como una mujer... pero lo era.

Ella ahora no pierde oportunidad para decirme lo que hay en su cabeza, para decirme lo que siente, quizá porque cree que no tiene por qué protegerse y que la distancia, yo en México y ella en Chile, es la mejor garantía de que no intentaré hacerle daño; su mejor protección, es la posibilidad de cerrar la ventana y bloquearme en el mensajero cuando ella quiera.

Sin nada que perder y mucho que ganar, me embarqué en este experimento de conocer a alguien totalmente desconocido. "Extraño" me decía al principio, pero pronto lo cambió por "Amigo lejano". Lo pienso y más asombroso que nuestro encuentro es la forma en la que ella me enseña lo importante de comunicarle a las personas que queremos lo especiales que son, no perder la oportunidad.

La vida es impredecible, como impredecibles son nuestros encuentros.

Me dice que disfruta la lluvia, ver las montañas y dar clases. No me deja otra opción más que amar lo que Dios ha hecho, viendo sobre el periférico sur, entre el concreto y el cristal, los grandes montes y al Ajusco cuando no hay tanta contaminación; jugando basquet bajo la lluvia como cuando tenía 14; dejándome abrazar por los niños.

Hoy, bailé con una mujer mayor, en la banqueta... íbamos para direcciones opuestas y ella se movió justo del mismo lado que yo y, luego de movernos a la vez hacia el lado opuesto, la indiferencia citadina se desvaneció con una carcajada y la mímica de un baile que quedó inconcluso. Cuando ocurren estos detalles tan "insignificantes" en mi vida, yo miro al sur del continente, vuelvo al sur.

"No se afanen por sus vidas, qué habrán de comer o qué habrán de beber, ni por su cuerpo, qué habrán de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?" Jesucristo (Mateo 6:25)

1 comentario:

Cecilia Guadarrama dijo...

Los chilenos son la onda.
Son personas a toda madre.
Amo ese país :)