octubre 02, 2008

Tener una razón para vivir y una razón para morir


Los estudiantes del 68 que quedaron tendidos en el asfalto y en el zacate de Tlatelolco probablemente no esperaban la muerte, pero tenían muy claras sus convicciones.

Recordar lo que pasó el 2 de octubre del 68 en México tiene muchísimas aristas: la política, la social, la contracultural, la educativa, la juvenil, en fin. De la que quiero escribir un poco es la que tiene que ver con los ideales y las convicciones. Mayo del 68 en Francia. Octubre del 68 en México.

Al recapitular lo que sucedió un día como hoy hace cuarenta años no puedo sino pensar en el valor que debieron tener para que, en contra del sistema, se reunieran y se manifestaran; algo único, inédito, asombroso y temerario en su tiempo. ¿Qué se necesita para despertar a una generación? Espero que no necesitemos de mucho nosotros.

Es loable tener una razón para vivir. Puede ser tu trabajo, tu familia, pueden ser tus hijos, tus sueños, tus creencias, pero ¿son una razón para morir? Esto sería lo más sublime, lo más alto. ¿Qué te puede mover tanto como para, en caso de perderlo, ver a la vida sin sentido? Tenemos muchas razones para vivir, pero pocas o ninguna para morir.

Esto no es un llamado a inmolarnos en aras de la libertad o de lo que sea, es un llamado a apasionarnos por la vida, teniendo una razón para dejarlo todo. Irónico. La vida tiene sentido cuando la muerte tiene sentido. Y no se trata sólo de una herencia para los que vienen, se trata de tu herencia para la eternidad.

No hay comentarios: