La debilidad del viajero es la añoranza. No sabe lo mismo una cerveza con mi hermano del alma en el lugar más sencillo de la ciudad que una en un lujoso restaurante de Las Vegas... solo.
Obtuve una mesa en The House of Blues, cerca del escenario, donde podía ser incluso salpicado por el sudor de hombres y mujeres que muchos pagarían mucho dinero por ver, pero sin mi hermano del alma era como verme en una película, en una mezcla rara entre realidad y ficción. ¿En realidad ese era yo? ¿Era verdad que estaba ahí? ¿De verdad tenía en mis manos una American Express con $500 dólares para comprar lo que quisiera? ¡¡De qué carajos me sirve el dinero, si solamente es para mí!!
Es lindo viajar sin desembolsar un peso, pero una de las más grandes ironías es la de mi vida: Es requisito no tener con quién compartir esos momentos. ¿Lo disfruto? Claro que sí. ¿Es esto una queja? Por supuesto que no. Es solo que, cuando tengo el tiempo, el dinero y un bonito marco para decirte lo mucho que me hace feliz tenerte en mi vida, no estás.
septiembre 17, 2008
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3 comentarios:
quiero pensar que hablas de quien yo pienso que hablas.
te quiero un shingo.
Pechocha!!! En realidad hablo del viejo, de Fer, pero quizá pronto se nos haga estar juntos en ese lugar de Las Vegas más pronto de lo que pensamos, jeje!! Te quiero montoneees!!!
Qué buen relato y a pesar de la melancolía sé que pronto se compensarán esos momentos que solemos decir de "soledad" pero que al final del día nos traen grandes bendiciones. TQM
Siempre
OCG
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