Estar en contra de todo es para muchos una forma de vida. La vida del guerrillero es dura porque está en contra del sistema establecido. Sufre la incomprensión de la sociedad y en ocasiones hasta de sus familiares más cercanos. Lucha por una causa y está dispuesto a todo para ver materializados sus ideales.
Sin embargo, su inconformidad en contra de todo se vuelve una forma de vida. ¿Qué pasaría si el sistema cambiara? Su razón de ser y su modus vivendi no tendrían más sentido. Esto es, ¿qué pasaría si lo que tanto pide se cumpliera? Las razones de su lucha ya no tendrían más razón de ser y, como está habituado a la protesta, ahora estará en contra aún de los ideales por los que dedicó su vida.
El guerrillero aprende consignas, métodos de lucha, de protesta, estrategias de movilización y acciones de manifestación. Está acostumbrado a combatir, para eso fue formado, pero no fue enseñado a adaptarse al cambio que él mismo promovía.
En las relaciones, la queja sobre el comportamiento del otro es nuestra consigna. Que si no me hace caso, si no me incluye en su vida, que con trabajos me llama una vez al día para saber cómo estoy o, por el contrario, que si es muy dependiente emocionalmente de mí, que no me deja ni a sol ni a sombra y todo quiere hacer conmigo.
Nos volvemos unos guerrilleros y luchamos por nuestro ideal y dedicamos nuestra energías a la protesta. ¿Pero qué pasaría si la otra persona cambiara? No sabremos cómo manejarlo y lo echaremos todo a perder. ¿Qué pasaría si la otra persona estuviera dispuesta a cambiar? ¿Estaríamos preparados para vivir lo que siempre exigimos? La respuesta es no. Como el guerrillero habremos hecho de la inconformidad nuestra forma de vida y no importa si terminas una relación y comienzas otra, llámese de amistad o sentimental, terminarás alejándolos de ti. Hay que saber pelear y cuando obtengas lo que quieres, disfrútalo.
Sin embargo, su inconformidad en contra de todo se vuelve una forma de vida. ¿Qué pasaría si el sistema cambiara? Su razón de ser y su modus vivendi no tendrían más sentido. Esto es, ¿qué pasaría si lo que tanto pide se cumpliera? Las razones de su lucha ya no tendrían más razón de ser y, como está habituado a la protesta, ahora estará en contra aún de los ideales por los que dedicó su vida.
El guerrillero aprende consignas, métodos de lucha, de protesta, estrategias de movilización y acciones de manifestación. Está acostumbrado a combatir, para eso fue formado, pero no fue enseñado a adaptarse al cambio que él mismo promovía.
En las relaciones, la queja sobre el comportamiento del otro es nuestra consigna. Que si no me hace caso, si no me incluye en su vida, que con trabajos me llama una vez al día para saber cómo estoy o, por el contrario, que si es muy dependiente emocionalmente de mí, que no me deja ni a sol ni a sombra y todo quiere hacer conmigo.
Nos volvemos unos guerrilleros y luchamos por nuestro ideal y dedicamos nuestra energías a la protesta. ¿Pero qué pasaría si la otra persona cambiara? No sabremos cómo manejarlo y lo echaremos todo a perder. ¿Qué pasaría si la otra persona estuviera dispuesta a cambiar? ¿Estaríamos preparados para vivir lo que siempre exigimos? La respuesta es no. Como el guerrillero habremos hecho de la inconformidad nuestra forma de vida y no importa si terminas una relación y comienzas otra, llámese de amistad o sentimental, terminarás alejándolos de ti. Hay que saber pelear y cuando obtengas lo que quieres, disfrútalo.
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